A lo largo de toda nuestra vida nos veremos expuestos a situaciones difíciles. Muertes, rupturas, despidos, accidentes, problemas familiares, de salud… Situaciones muy estresantes que dejan huella en la vida de quienes las sufren y que pueden afectar a nuestro bienestar emocional.

Para poder superar estas situaciones es necesario que hayamos desarrollado nuestra resiliencia.

¿Qué es la resiliencia?

La resiliencia es la capacidad o habilidad emocional que tenemos para superar los momentos de más dolor emocional y salir fortalecidos.

En definitiva, la resiliencia es renacer como el Ave Fénix, o el arte de rehacerse.

Ser resiliente no significa que no tengas problemas, que parezcas indiferente o que no sienta nada. Todos sentimos dolor, somos humanos. Ser resiliente es enfrentarse a la adversidad y no darse por vencido. Que por muy negras que se presenten las cosas, hay que luchar para aprender de todo lo que nos pase y ponerlo a nuestro favor.

¿Qué diferencia a las personas resilientes?

Las personas que superan un trauma con más facilidad se caracterizan por rechazar su papel de victimas pasivas, tienen sentido de humor, creatividad y una gran pasión por la vida, que transforma el sufrimiento vivido en ganas de vivir.

Es la capacidad para salir adelante, para sobreponernos a períodos de dolor emocional y trauma, de evolucionar pese a la adversidad y de salir fortalecido. Con una fuerte sensación de control sobre los acontecimientos.

resiliencia

Las personas resilientes están totalmente convencidas de que las cosas pasan por algo, aunque no se lo encuentren en ese momento, y aceptan la realidad tal cual es. Tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones estresantes a las que se pueden ver expuestas, superan mejor los traumas y aceptan mejor los cambios, interpretando las situaciones dolorosas o estresantes como parte de la existencia. Son optimistas, creativos, flexibles, con autoconfianza y autoconocimiento. Supone un ajuste saludable ante la adversidad.

Todos conocemos casos de personas que después de haber sufrido grandes “shocks”, los han superado incluso desarrollándose a un nivel superior, como si hubieran descubierto habilidades latentes e insospechadas.

En cambio, las personas que no han desarrollado su resiliencia acaban con depresión o enfermedades somáticas, con un papel de negatividad y victimismo que no les deja salir del hoyo. Sin ganas de nada, decepcionados con la vida y consigo mismos, con sentimiento de derrota. No se hacen responsables de su dolor, culpan a las situaciones que los han llevado allí como si hubieran sido unas simples marionetas. Han perdido el control.

¿Ser resiliente se nace o se hace?

Ser resiliente o no, no es algo innato. No es un rasgo de personalidad, no se nace siendo resiliente o no. Ser resiliente se hace. Para poder serlo debemos haber estado expuestos a situaciones adversas. Hay gente que afortunadamente no ha tenido que enfrentarse en su vida a ninguna circunstancia negativa grande por lo que nunca han tenido que hacer uso de su resiliencia. Pero como todas las capacidades pueden aprenderse.

Ser resiliente es una forma de entender la vida.

Todos somos dueños en mayor o menor grado de una capacidad de resiliencia. Es una habilidad, un instrumento al que todos podemos acceder y que podemos trabajar para mejorarlo. Tú, como cualquier persona, posees esta capacidad y la fortaleza necesaria para sobreponerte a las desavenencias y salir adelante con más fuerza. Tienes la posibilidad en tu mano de vivir la vida de otra manera.

Un entrenamiento para modificar la percepción del estrés, técnicas de midfullness o de psicología positiva pueden mejorar notablemente nuestra capacidad de resiliencia. Requiere tiempo y esfuerzo, no es algo sencillo, pero puede conseguirse.

Por qué recuerda… Cualquier adversidad lleva la semilla de una ventaja por lo menos equivalente.

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